Innovación: expandiendo la frontera de lo posible

Adriana Agudo Vicci |

La innovación es entendida como el desarrollo y la adopción de nuevas y mejoradas maneras de abordar las necesidades y/o deseos sociales y económicos, y se ha venido produciendo desde los primeros días de la humanidad.

El poder de la innovación cambió la estructura social medieval, y en la medida que la imprenta contribuía a la difundir nuevas ideas, iban emergiendo la ciencia y la tecnología modernas. De allí que la innovación sea de carácter social, económico y tecnológico.

La innovación se orienta a traspasar la frontera de lo conocido, lo aceptado y lo establecido, para crear todo un mundo de nuevas posibilidades. Gracias a la ciencia, a la tecnología y a las propias dinámicas sociales en su papel de fuerzas dinamizadores de la innovación, la esfera de lo posible parece estar ampliándose hasta límites insospechados y con consecuencias difícilmente predecibles.

En 1934, Joseph von Schumpeter definió la innovación como “destrucción creativa” para hacer referencia a la creación de nuevas combinaciones de ideas, tecnologías y dominios de conocimiento. Es precisamente ahí donde radican los mayores retos, puesto que la innovación implica traspasar los límites de lo conocido y lo establecido (aun en entornos complejos e inciertos), desafiar los intereses creados y plantar cara a la inercia de las actuales estructuras institucionales, políticas y organizativas que tienden a obstaculizar la búsqueda de nuevas opciones ante la mayor exposición al riesgo que esto conlleva.

Joseph von Schumpeter definió la innovación como “destrucción creativa”

Uno de los grandes problemas de a innovación radica en que los industriales, científicos, legisladores y demás actores claves en el ámbito de las políticas de innovación y desarrollo suelen seguir racionalidades limitadas que son el producto de las experiencias acumuladas en un determinado contexto, con un alcance restringido y, a menudo, carecen del conocimiento de otros ámbitos. Es por ello que tanto en el diseño de las políticas de innovación como en su implementación, sea necesario hacer frente a una intensa relación dialógica entre la destrucción creativa y la dependencia de quienes toman las decisiones.

Para superar esas limitaciones, desde mediados de la década de 1980, tanto la ciencia como la política han venido adoptando una perspectiva de sistemas que ha conducido a desarrollar el concepto de “sistemas de innovación”. De este modo se ha reconocido que los múltiples actores nacionales, regionales y sectoriales de especialización y difusión tecnológica, fundamentados en diversos orígenes históricos y con diferentes patrones institucionales, industriales, científicos, estratégicos y político-administrativos, han visto afectada su capacidad para producir conocimientos e innovación. También se han vistos limitados para formular las regulaciones y políticas de inversión en innovación y desarrollo.

Por los momentos, el enfoque de sistemas es un modelo analítico útil para comprender la dinámica de los procesos de innovación, pero quizás no lo sea por mucho tiempo ya que están surgiendo nuevas e interesantes perspectivas, más holísticas y horizontales, para abordar las cuestiones fundamentales de la innovación y el desarrollo.

 

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