Discurso emprendedor: épica y sacrificio

Adriana Agudo Vicci |

Es verdad lo que dicen: “el espíritu matemático no se aprende en las escuelas”. Ahora, poco a poco, a nuestros jóvenes les están comenzando a inculcar el espíritu emprendedor.

El espíritu emprendedor es una actitud ante la vida, pero es también un seductor discurso que alienta la creatividad y la superación personal. En ese discurso se enaltecen las destrezas para procesar ideas, enfrentar retos y gestionar proyectos; habilidades estas que lucen fantásticas ante la idea de precariedad que se ha instalado en la sociedad.

En el discurso emprendedor también se alienta al individuo a actuar con autonomía y a creer en sus propias capacidades (aun sin haberlas desarrollado). Un discurso épico que entusiasma; que embriaga al saber que una pequeña iniciativa, gestada en un garaje o en una pequeña habitación, puede ser la chispa que encienda el cohete de la ansiada felicidad. Una épica que nos recuerda al Quijote cuando veía la victoria en su particular batalla contra los molinos.

En este nuevo mundo, frágil e incierto, es hermoso soñar. Es admirable la valentía de entonar una sintonía emprendedora cargada de optimismo; pero también es valiente reconocer que el trabajo duro, el tesón y el espíritu de sacrificio continuarán siendo nuestras herramientas más valiosas.

La épica del discurso emprendedor nos recuerda al Quijote cuando veía la victoria en su particular batalla contra los molinos.

Tal como decíamos al principio, es cierto que el espíritu matemático no se aprende en las escuelas, pero en el discurso emprendedor, la responsabilidad del éxito se traslada a cada individuo, y esto tampoco puede enseñarse en las aulas de clase.

En fin, todo apunta a que la creatividad, la innovación, la ética y la perseverancia son los cuatro pilares que deberán sostener el discurso emprendedor. Un discurso que nos llena de optimismo pero que también nos obliga a tener los pies sobre la tierra.

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